La primera vez que logré salir de la casa yo sola, con mi hijo recién nacido, me sentí triunfal. Después de 1 hora de alistarnos (que debieron haber sido 10 minutos) y tener que darle teta y cambiarlo por enésima vez justo cuando estábamos saliendo por la puerta, llegué al supermercado. Entramos con el coche por esas puertas que soplan aire acondicionado, y pensé "¡Qué mamá moderna e independiente que soy!".
Luego surgieron las situaciones obvias con las que no contaba hasta que ya estábamos ahí: el bebé se hartó del coche y quiere estar en brazos, ¿cómo lo cargo y empujo el coche al mismo tiempo? ¿y dónde queda el carrito de compras? ¿qué pasa si quiere lactar? Obvio nada de esto se me ocurrió hasta que ya estaba con todo encima, y empecé a poner las compras sobre el mismo coche y alrededor del bebé, hasta que mi hijo parecía el centro de mesa en un arreglo de frutas.